Tuesday, July 25, 2006

explicaciones


El martes Leo en Paraná ya podía empezar a socializar. Después de desayunar en familia resolvió encontrarse con los amigos del secundario. Empezó a buscarlos, se había empezado a correr la bola de su llegada así que solitos fueron haciendo su aparición en la casa "del galpón".
El padre de Leo era mecánico y el galpón servia a las veces de aguantadero de todas las amistades del barrio. El espacio y las herramientas con las que estaba familirizado desde chico son las que le sirvieron para armar sus primeros disfraces y coreografías
El galpón fue un imaginario escenario para experimentar en el teatro inventando presentaciones para las tías y vecinas que festejaban las gracias del personaje.
Algunos de los amigos ya no estaban en la ciudad, muchos por estudios habían peregrinado a Buenos Aires como él, a La Plata, Córdoba o Rosario. Eran pocos los que quedaban ahí y parecía que los años se les habían caído encima. Todos, a excepción de él claro, estaban casados con dos hijos por lo menos, alguno separado.
Se sintió joven al lado de ellos y pudo ver en sus ojos que lo miraban con envidia y admiración a la vez, no era fácil sobrevivir en Buenos Aires.
Las vecinas de siempre estaban encantadas de tener a un actor de la capital en el barrio, siempre había sido un personaje muy cómico y nunca dudaron en repetirle que tenia condiciones, pero triunfar en al capital era distinto.
Leo, que había llegado con el ánimo y, en especial. con la estima, por los subsuelos, a fuerza de halagos pudo recomponerse lentamente.
El encuentro con su gente lo tranquilizó. Los amigos que te conocen desde la primera bicicleta son inconmovibles, pudo dedicarse a ser él, sin tener que demostrar nada, sin poner poses, sin restricciones.
Después de una semana de desintoxicación mental empezó a preocuparse, no sin razón, por volver para terminar la obra. Perdió el miedo a fracasar... ya era un éxito el sólo hecho de hacerla, por lo menos para su barrio natal...
Dicen que nadie es profeta en su tierra, absolutamente cierto, pero no le importaba, hacer algo estaba bien, perspectiva completamente perdida en la carrera a la que te lleva cualquier ciudad importante.


Un sábado a la tarde, el dúo dinámico enamorado estaba planificando la semana próxima con actividades como cine o alguna obra con la ayuda de una revista con agendas de la ciudad. Inesperadamente Eze avisó

¿Vos que vas a hacer hoy?
Ni idea
Yo me encuentro con mis amigos hoy a la noche.
Bueno.
¿Me querés?
Si. (Qué pesadilla)
¿Hasta dónde?
Te vas a Constitución, te tomás el Vía Glew, te bajás en Longchamps. Agarras a la derecha, seis cuadras para adentro, esta el club amigos de la Sorga. Hasta ahí.

A Kaia le llamó la atención que nombrara amigos, en realidad le llamaba la atención que nunca se viera con ninguno de los que había conocido en Banfield. ¿Cómo podía ser tan antisocial? En algún punto la asustaba aquello. Cuando dijo que se reuniría con algunos se puso muy contenta por él y especialmente, por ella.
Jajajajjaj Ezequiel se volvió a tentar. Solamente le dijo que se iba a encontrar con unos amigos y ella no preguntó quienes. Eso le llamó la atención, ya tenia preparado de antemano todas las explicaciones del caso, pero no hizo falta.
Salió con la moto, preparó los papeles, el registro, la billetera y las llaves, se encontró con el celular. "¿Qué hago? ¿Lo llevo? Sí. ¿Lo apago? Bueno, mejor era esperar el llamado de ella y después apagarlo para que no siguiera llamando"
Eze tenía a sus amigos del secundario, los del barrio. Solía salir con ellos a bailar por la zona sur y emborracharse con frecuencia.
Cuando empezó a irle muy bien con la agencia los invitaba a las presentaciones y coktails, la pasaban de gran juerga y bebida gratuitamente correteando promotoras y bellas agentes que siempre abundan en esos casos.
María admiraba profundamente a su hombre. Adoraba vestirse para él y para las reuniones de gente importante que se juntaban en las reuniones a la que empezaban a invitarla, se sentía importante y mucho más cuando el noviazgo con Ezequiel se formalizó y llegaba del brazo de aquel hombre al que todos saludaban y respetaban.
El problema era cuando llegaban sus amigos. Esos inadaptados sociales amaban las burbujas de champagne más que nada en el mundo y también reírse fuerte llamando la atención. Su adorado se unía al grupo cuando ellos llegaban y se olvidaba de ella, todo el encanto del hombre serio que la acompañaba se diluía a medida que tomaba y empezaba a escandalizar con sus amigotes como si estuvieran en un bar cualquiera y no en la reunión informal, pero no por eso menos importante, en las que estaban.
Ezequiel, por su parte, cuando empezó a salir con María, como también estaba invitada por lo general, estaba mitad del tiempo con sus amigos hasta que ella lo acaparaba. Con el tiempo optó por no invitarlos a las meetings por evitar los berrinches de María que decía que lo hacían quedar como un adolescente y restaba importancia a su puesto y a su agencia.
Ezequiel, de todas maneras, seguía compartiendo partidos de fútbol y asados por la zona de las arboledas o por lo menos eso decía.
Ezequiel era un bombóm, no era de extrañar que las mujeres murieran por él según María. Los celos actuaban por ella y, por más que la realidad jamás había demostrado a su concubino en infracción, ella no podía menos que preocuparse cada vez que él no estaba a la vista.
Ezequiel iba a salir pero María preguntaba todo el tiempo, con quienes, a qué hora, por qué, a qué hora estaba de vuelta y no contenta con las respuestas llamaba al celular unos dos o tres veces para constatar que la información fuera cierta.
Ezequiel nunca fue de mentir ni tenia necesidad, pero los interrogatorios terminaron por agotarlo hasta que decidió empezar a suspender partidos, a faltar a asados. Las reuniones y salidas en Banfield fueron reduciéndose hasta terminar por completo y ahora Kaia ni le preguntaba. Seguro empezaba con los llamados.