Thursday, April 12, 2007

pds.

Y fuerte el aplauso para pupuppupp que esta fumandose un ciber en Amsterdam!!!! genio, groso!!!!

Otro aplauso para Kunis, que se pudo de novio. (ojo porque cuando Kunis se ennovia despues viene el efecto retardado y anda dejando hijos a troche moche)

ovacion para la tia que esta a los mojitos en Mexico!!!

Para mi "marido" numero uno Koerber, papá de Matias el pocho Bensua, le tengo uan adivinanza
- tiene cuatro patas, da leche, come pasto y cuando muge hace mu.
Pista: no es una vinchuca.

Para Roy... nada, no se lo merece.

Besoss y abrazos

el pasado...

No pasaron dos años, en un mes Kaia estuvo curada de lágrimas y por alguna causa en sus pensamientos apareció Claude. ¿Qué sería de su vida? Ella recordaba que él vivía en La rue de la Pipetua. Se fijó en el mapa, ese pasaje era de dos cuadras y no quedaba lejos de allí, de hecho quedaba a mitad de camino de la facultad así que resolvió que esa tarde volvería por ese camino.


Papa Kunis no se dio por aludido que algo pasaba aquel domingo, el silencio no le llamó la atención. Se percató que algo no andaba del todo bien cuando Marta dejó de hablar de golpe, cuando se la veía como fantasmagórica por la casa, porque su risita maliciosa no se escuchaba más por cualquier rincón.
Marta se encontró con su amiga del alma en un bar en vez de tomar mate en la casa como de costumbre. Había un dejó de tristeza en la mirada de Marta que lo esquivaba.
Marta no podía dejar de pensar que había hecho mal, en qué se había equivocado para tener un hijo gay, que imagen le había faltado, mejor dicho, si ella no lo había sobreprotegido tanto que su hijo se hizo homosexual. No podía hablarlo con mucha gente, era una caso grave y reservado. ¿Qué se hacia? ¿Qué diría la familia? Sólo su amiga podría ayudarla, ella, la madrina, la que lo había criado. ¿Cómo una madre no se había dado cuenta? ¿Tan mala madre era?
No sabía que decirle, no entendía que sentía, una profunda decepción que no quedaba claro si era por él o por ella.
La semana siguiente no lo llamó a diario como acostumbraba, no sabría como hablarle, Nacho se convertía, de repente, en un desconocido.
Alfredo al cuarto día empezó a preguntar y Marta astutamente pudo sortear las respuestas. Marta por solo segundo pensó en Alfredo, que diría Alfredo, seguro moriría de un infarto al enterarse. Juró no decirle nada, podía desembocar en un siniestro.
Llegó el domingo, y volvió el asado, Papá Alberto estaba insistente y particularmente pesado con Ezequiel. Nacho y Marta no se miraron en toda la comida. A la tarde, a la hora del partido se juntaron como siempre mientras ella tejía. El silencio fue largo y pesado hasta que Nacho resolvió romperlo. Se acurrucó en su falda como hacia desde niño

-Má, ¿Ya no me querés más?
-¿Qué estupidez estás diciendo?
-Si me queres igual, ¿Te decepcioné?
- Me asombraste, ¿Cómo no te voy a querer? Pero necesito tiempo para acostumbrarme a la idea, dame tiempo.

Marta habló con sinceridad, necesitaba el tiempo, la madrina de Nacho la había tranquilizado un poco y lo cierto es que se emocionaba de ver a su hijo, eligiera lo que eligiera.
Sintió el mismo calor cuando él se puso en la falda, ese era Nacho, el que ella reconocía, en su regazo.
Nacho se calmó, como se calman los niños en los brazos de las madres, aunque su tristeza seguía ahí, en el medio de su pecho y estrangulando la garganta.
Más tarde quedó en encontrarse con sus amigos del conurbano en un bar y, como cualquier domingo a la tarde, se fue. Marta después de la conversación quedó traumada. No pudo decirle nada concreto, no pudo darle su apoyo incondicional de madre, sencillamente enmudeció. Las palabras se hicieron lágrimas inocultables, se metió en el baño como hacía hace una semana.
Esta vez Alberto no iba a soportar una respuesta evasiva. Abrió la puerta del baño sin avisar y al encontró llorando, sin darle tiempo a limpiarse la cara.


Kaia caminó por la Rue de La pipetua, anduvo despacio tratando de adivinar donde viviría Claude, y en que horarios podría cruzárselo por ahí. Trató de encontrar alguna señal, ¿Se habría mudado? ¿Seguiría por ahí?
Recorrió las dos cuadras sin encontrar respuestas, después se fue a su banco de plaza y se comió una manzana. Tuvo ganas de adelgazar los kilos que Francia le había propinado.

Si bien no pudo zafar de la fiesta, por lo menos pudo tranzar en llevar la moto, de todas formas Ezequiel estaba particularmente fastidioso en la fiesta de fin de año, se aburría por demás y la gente con la que se encontraba le parecía estúpida, falsa e indeseable. Lejos había quedado el agente risueño de las fotos de los sociales. Lo único que lo consolaba era el stand de Champagne. Bebiendo estaba cuando pasó la mirada donde estaba María, no le prestó atención.
¿Era María? Ese pelo deslumbrante, ese vestido largo, esa clase no podía ser de otra persona. Ella le sonrió y se acercó hasta él. Le dio un beso afectuoso y hasta se puso contento de verla.
Se quedaron hablando por varias horas que parecía que no habían pasado. Le preguntó si estaba sola, ella le dijo que si y se ofreció a llevarla a la casa.