Wednesday, August 30, 2006

ten cuidado con lo que deseas... quiza se te cumple

María conoció por la agencia (esas burlas que te hace la vida) a un gerente de la línea aérea con la que trabajaban.
Él quedó deslumbrado con esas piernas largas que lo pasaban a buscar y le ofrecían café con una camisa escotada. Se enamoró del perfume fuerte. En suma se enamoró desconociendo que era la pareja del jefe.
Se empezaron a encontrar cuando Ezequiel entrenaba acrobacia (¡Qué grasa!) Con unos cafés inocentes. Después la pasión empezó a ganar terreno y del café pasaron al hotel alojamiento. No les alcanzó con tres veces por semana y la convivencia con Ezequiel no daba para más.
Cada día estaba más desganado, María estaba resignada: Ezequiel jamás se convertiría en un empresario emprendedor. Todo Ezequiel empezaba a molestarla, su dejadez con la ropa, su moto, sus amigos acróbatas, las salidas a lugares baratos, su aversión por los cocktails y esa manía de las caminatas, trekkings y cabalgatas cuando podían estar en hoteles de cinco estrellas en medio de las mejores ciudades.
Así es que tomó el toro por las astas y cuando el amante empezó a demandar algún tipo de definición, ella dejó a Ezequiel.



Leo y Nacho se encontraron en un caluroso abrazo. Nacho hizo su exposición de todos los lugares que había conocido, sus nuevos descubrimientos del mundo gay y declaraba no haber besado a nadie hasta el momento. Leo escuchaba animado y risueño, la verdad es que su interlocutor era lindo, había pensado mucho en él en su estadía por Entre Ríos. Trataba de entender que era lo que lo seducía realmente de este solapado.
Llegó a la conclusión de que en realidad se veía en él como en un espejo pero en tiempo pasado, con todas las dudas y todas las ansiedades que Leo pasó en su momento. A partir de ahí resolvió hacer lo que le hubiese gustado que hicieran por él. Ahora, que lo tenia enfrente empezaba a olvidarse de sus conclusiones y lo miraba con los ojos con que se mira a alguien atractivo.
Nacho, por su parte, constató que lo había extrañado, se sintió a gusto y relajado, el abrazo del saludo le encantó y sus piernas espontáneamente temblaron emocionadas.

Andaban dando vueltas por la feria de ropa de Palermo, Kaia viendo y reviendo, dudando, probándose, y él, tomándose un helado aburrido como pocas personas, preguntándose que hacia ahí, una escena como un deja vu, pero esta vez sin shopping. Él se dejó llevar, caminaron por el barrio. Kaia vivía cerca. Seguramente irían a la casa de ella.
Llegaron al departamento bastante acalorados después de diez mil vueltas, Ezequiel estaba hecho agua así que pasó primero a darse un baño. Desde adentro de la ducha se escuchó.

¡Será de Dios! ¡Me olvidé el cepillo de dientes!"

Kaia tenia la costumbre a principio de año de comprar de todo para no precuparse los siguientes doce meses: 6 detergentes, 8 cremas de enjuague, 10 lavandinas, 5 desodorantes, 6 cepillos de dientes.

- Agarrá uno nuevo de las bañitori

Kaia se preparó un jugo de naranjas y puso música, y siguió leyendo el libro que tenia por la mitad "el mundo según Garp" esperando su turno del baño, ahora que se había acostumbrado a compartirlo.
Ezequiel salió media hora después con la toalla de pollerita, intentó hacer una baile sensual en la puerta de la habitación sacando a Kaia de su lectura generándole un ataque de risa y deseo.
Salí de acá que estoy hecha un pegote
Lo despachó. Ante tal rechazo el galán prefirió ponerse a preparar la cena. Buscó los ingredientes, revisó alacenas y heladera.

- ¿Dónde tenés Romero?
En Salta, es el gobernador.
- Romero, una especia animalito del señor
Soy una analfabeta culinaria, deberías saberlo a esta altura
Bueno, salgo a comprar.
Ok, de paso me baño.

Entró Kaia al baño, abrió la ducha, escuchó la puerta cerrarse con llave. Preparó su ropa interior y la puso sobre la tapa del inodoro prolijamente, al darse vuelta los vio. Dos cepillos de dientes, y un desodorante masculino en medio de su crema antiage, y el delineador.
Un súbito pánico subió por su espalda, hubiese querido cerrar con llave y quedarse sola en su casa como siempre, pero no podía dado que las llaves, encima, las tenia él. Pensó en cambiar la cerradura y no salir nunca más. Era medio ridículo asI que se persignó "mierda, me casé y no me di cuenta"
La teoría del cepillos de dientes que había escuchado era la siguiente: Dícese que cuando un hombre deja alguna prenda íntima, un cepillo de dientes, un desodorante, la billetera o las llaves del auto una está en el horno, estás en pareja sin lugar a dudas.
La vida es eso que pasa mientras uno piensa como ser feliz. Nunca se había planteado que de los siete días de la semana cinco dormía con Ezequiel, no se había planteado que parte de sus libros ya estaban en el Ph, no tomó en cuenta que hablaban todos los días, que caía de maduro que a cualquier lado los invitaban a los dos. Nunca se puso a pensar si realmente deseaba eso.
Casi convivía con él. Pensaba por dos, planificaba con él. Le dio vértigo pensar que ya nada era igual a su tranquilidad conocida, que estaba en un camino compartido y que perderlo, sería mucho más que fatal.
Escucho que Ezequiel había vuelto. Su baño duró mas de lo normal, necesitaba tiempo de meditación y, por sobre todo, tiempo para tomar el valor de abrir la puerta que separaba su vida harto conocida y manejable, de su incierta realidad.
Salió de la ducha en ropa interior, como siempre, pero esta vez tomando consciencia de la familiaridad que tenian. Eze estaba cocinando, cuando la vio estiró la mano con la cuchara de madera

Abrí la boca - y le hizo probar la salsa
Esta buenisimo – respondió.

Ezequiel entendió que hablaba del bocado y ella sabía que lo decía por su nueva vida con èl.