Wednesday, January 03, 2007

A pedido de mi pblico que ya asciende a dos lectores (guauuuu) y uno no se quien es pero se que esta indignada...

resumiendo, estabamos en que Ezequiel y Kaia andaban de perlas, y estaban pasando por la experiencia de la presentacion publica del "novio de la nena" en la casa de los Gastañaga.

Por otro lado, Nacho sigue dandole a la pinceleta, peleandose con el padre por esa mismisima cuestion, enamoradisimo de Leo.

Leo regresado de Paraná, decidido a hacer una vida loejos el ruido y la gente y las fiestas, piensa recatarse.

Y ahora si los nuevos capitulos....



En la casa de Kaia, pasada la presentación telúrica, dieron lugar al tango. Esta vez (siempre tenían invitados especiales de sobremesa) era el turno de un bandoneonista.Padre y madre se pusieron a bailar una milonga en el centro. Kaia quiso morirse de la vergüenza, los locos Adams eran un poroto al lado de los dementes que la habían concebido. ¿Qué estaría pensando Ezequiel? Si la dejaba en ese instante estaría perfectamente justificado. No quería mirarlo siquiera para no ver su enojo por estar ahí, bueno, al fin y al cabo era él el que quería ir, que se la banque pués. En eso estaba meditando cuando sintió que aplaudían. Levantó la vista y estaba Ezequiel parado estirando la mano invitándola a bailar. No entendía que cuernos estaba pasando.
Ezequiel bailaba tango desde chico, estaba acostumbrado mas que nada por las presencias internacionales. El padre solía llevarlos a tanguerias y los niños empezaron aprender tango a pedido expreso de su padre para poder lucirlos ante los gringos. A Ezequiel le encantaba y la verdad es que se movía muy bien. Cuando vio la escena de los Gastañaga a puro dos por cuatro, la suegra lo incitó a que bailara, no quiso quedar mal y la invitó a su prometida, en ese momento todos aplaudieron. Bailaron un tango, Kaia no salía de su asombro, ¿Quién era ese pibe? ¿Qué tantas cosas no conocía de él? La llevaba muy bien y logró relajarla. Lo sintió mas fuerte y seguro de lo que era en general, lo tenia tan cerca y con ese calor que ella conocía tan bien que no pudo evitar enamorarse de nuevo y rectificar para sí “es él, quiero estar toda mi vida con él”.Terminaron la pieza, resolvieron retirarse saludaron a los presentes hasta llegar al hermano.
- Gord, el sábado se casa Gastón. No queremos ir con la chiquita así que me parece que se queda con la madrina.
- Buenisimo
¿Ella había dicho eso? Le encantaba la idea de quedarse con la nena pero cuando lo pensó en frío le dio miedo. ¿Y si le pasaba algo? ¿Y si se largaba a llorar porque extrañaba? ¿Si se atragantaba con algo? ¿Si se electrocutaba? ¿Si se le caía mampostería en la cabeza? ¿Si le daba meningitis aguda en ese instante? Hacerse plenamente responsable por una criatura no era lo mismo que jugar un rato con los padres cerca. Era tarde para lamentos. Ya había dicho que sí.
Nacho abrió la puerta del departamento y ahí estaban los dos tórtolos de siempre. Hablaban de la presentación oficial muertos de risa. Le hubiese gustado ir, pero más le gustaría tener esa libertad, la libertad de compartir a leo con su familia y de conocer a la familia entrerriana que tenia entendido que eran un caso perdido de locura provinciana. Sin embargo, lo suyo estaba oculto, estaría oculto por mucho tiempo, quizá para siempre, en la familia lo tratarían de tío solterón mientras tendría a su pareja en las sombras sin la tranquilidad de poder pavonearse tranquilo. De solo pensar que podría pasar en su casa temblaba, el padre jamás lo aceptaría, siempre odio a todo lo que no fuera del status quo, de la triada tradición - familia – propiedad. Que podrían llegar a decir las familias en la iglesia los domingos, que podría llegar a pasar si él caminara de la mano con un hombre por las calles de banfield. Ni soñarlo. Nunca se había preguntado que tan asumido lo tenían en la familia de Leo, quizá no supieran nada. Alguna vez lo preguntaría, solo por curiosidad.

La idea de convertirse en un tipo centrado, con pareja estable, exitoso, básicamente decente y normal, lo convenció dos semanas. Leo, que creyó que su vida se iba convirtiendo una vida de publicidad de préstamos bancarios, se aburrió. La sonrisa de los modelos no se asemejaba a la suya y ahí entendió porque las publicidades duran dos minutos: porque la felicidad del auto nuevo, de la familia tipo con perro y pasta de dientes de marca no duraba mas de 120 segundos. Un domingo se desdobló y se encontró en la cama desayunando con Nacho al lado comiendo medialunas y se emocionó, lo que había soñado, sin embargo, pasado lo que dura un flash fotográfico, se preguntó qué hacía un domingo al mediodía ahí tirado, y mucho peor, qué iba a hacer después. Las reuniones cenas con amigos cultos lo aburrieron después de la cuarta noche. Algo le sonaba mal.