Monday, August 13, 2007

PAra la tia

Ezequiel fue a la casa pese a su humor, era inconcebible no ir un domingo para el sur, mucho menos en las circunstancias actuales, de reducción familiar.
Mamá Kunis sirvió la comida sin hablar, el aire estaba denso, podía pesarse y el silencio no hacia más que resaltar el tema que se estaba evitando. Alberto parloteaba del tiempo y de las noticias de la semana como si nada hubiese pasado, negación que le dicen. Por suerte esa tarde jugaba Banfield, al fin en primera división y en buena posición, tema con que pudo monologar prácticamente durante el transcurso del almuerzo.
Mamá Marta no comió casi nada, nunca levantó la vista del plato, esperó a que terminaran, levantó la mesa, lavó los platos en el más absoluto mutismo y se encerró en la habitación so pretexto de tejer y acusando jaqueca.
El partido empezó, prendieron la tele en el living y se sentaron en los sillones amplios alrededor de la mesita ratona con carpetitas a crochet.
Alberto cada tanto insultaba al monitor, dirigía a los jugadores a la distancia. Ezequiel miraba pero por más concentración que intentaba no podía seguir el partido.
Papá Alberto preguntó

- ¿Y tu novia?

La pregunta que nunca hubiera querido escuchar

- De viaje
- ¿Adónde se fue?
- A Francia
- Esa chica es tan culta, tan viajada, me encanta esa chica para vos, te va a sacar bueno. ¿Por qué no la acompañaste?
- No podía dejar la agencia
- Sos tan responsable como tu padre. ¿Cuándo vuelve?

La daga fue directo a la espina dorsal. Hubiese querido llorar. Ezequiel no lloraba delante de su padre desde los cinco años “no llore que parece una nena”, “no sea mariquita”, “compórtese como un machito”. Y Ezequiel se tragó las lágrimas siempre. Esta vez no sabia si podía contenerse

- La perdí

Dijo y ni aguantó más y todas las lágrimas le saltaron a la vez y ya no tuvo ganas de tragárselas y se entregó a su tristeza hecho un bollito en el sillón.

Alberto lo miró, parecía un nene al que le sacaron la bici. Era tan grande la tristeza. ¿Qué hacer? Siguió mirando el partido.
¿Qué había hecho? Que sus hijos no lloraran le había dado la sensación de que eran felices. Y ahí estaba la luz de sus ojos, su sucesor, tirado como un felpudo. A su propio retoño lo había echado de su casa, a su propio hijo. Toda una vida para evitar que le faltara algo a sus cachorros, toda una vida construyendo un imperio para que no pasaran las que había pasado él, y al final, él mismo lo había mandado a la calle.
Su Nacho estaba desviado ¿Qué era lo que había hecho mal? Les dio la educación que él no pudo tener, los protegió. Su esposa desde ese día era un fantasma, no hacía más que llorar por los rincones suponiendo no ser vista. Había perdido las ganas de hablar.
¿Qué había hecho para destruir a todos los que amaba? ¿Por qué todo lo que tocaba lo rompía? En un segundo todo el castillo cayó a pedazos. ¿Tan mal padre era? Todo lo que había hecho era trabajar para que a los suyos no les faltara nada. Y ellos no eran felices.
Gol de banfield, el barrio se unió en su solo grito.

- Andate. Andá a buscarla.



Después del encuentro con Claude Kaia caminó sin poder salir de su asombró, como una zombi, se sentia una idiota, abusada y bochornosamente inocente.
Se odió, se odió con toda su fuerza. Se detestó. Por un momento pensó en volver a Buenos Aires. Aquello era una idiotez, al fin y al cabo no había ido a Paris por Claude. ¿O si?
De todas formas ya estaba alli y no iba a tirar todo por la borda, mejor era empezar de nuevo, todo de nuevo, como un libro en blanco.
Quiso olvidarse de todo durmiendo, pero al otro dia despertó y se vió tan patética como la noche anterior. ¡Maldición!
Esta vez tomó un camino desconocido, mas largo y muy lejos de la Rue de la Pipetua, fue a la facultad donde se despejó un poco y volvió a pasar por el supermercado a comprar papas fritas, cerveza y más papas fritas “me voy a suicidar comiendo”.
Abrió el paquete antes de llegar, mientras iba caminando. Una máquina de cigarrillos la llamó desde una vidriera “bueno, no es para tanto” y se comió cuatro papas fritas de golpe. Dobló en la esquina. Alguien estaba en el portal del edificio sentado.
“Estas cosas no pasan en Paris” se acercó mirando al extraño, era tan parecido a Ezequiel. Pensó que estaba enloqueciendo, a medida que se acercaba lo notaba mas parecido, se acercó unos metros, realmente era parecido, no lo creyó hasta estar a dos pasos de él y ver las valijas en el piso

- Hola, me quedaba de paso y me di una vuelta por acá

El corazón de Kaia empezó a latir en su pecho, en su estómago, en sus oidos, en su boca, en su cabeza. Se tiró en sus brazos y lo abrazó como quién se abraza una tabla en un naufragio. Lloró de la alegria. De golpe se soltó y lo miró con cara de asustada

- Perdoname ¿Eso intentó ser un chiste?


FIN