Tuesday, January 29, 2008

flor de relosss

Sigo sacando cosas de las carpetas que han quedado por ahi...de mis NP...



La Plaza de Mayo tiene movimiento constante de empleados públicos, políticos, fieles, oficinistas, turistas, manifestantes, protestas, festejos y tránsito mientras en las alturas, desde sus cúpulas, seis relojes son testigos silenciosos.
La Plaza de Mayo es el escenario de grandes acontecimientos históricos, desde el balcón donde hablaron todos los presidentes hasta los helicópteros donde se han escapado, esa plaza ha festejado las victorias de la república y gritado sus fracasos.
El reloj del Cabildo, a deshora, marca el ritmo de los empleados que salen de los edificios públicos más importantes: la Casa Rosada, el Ministerio de Economía, la AFIP, el Gobierno de la Ciudad, la Legislatura Porteña, el Banco Nación, la Catedral Metropolitana.
Dos guardianes de cemento custodian el campanario del reloj con la hora correcta del edificio Siemens, en diagonal al Cabildo.
La Casa de Gobierno de la Ciudad en su torre mayor marca, en cada una de sus caras, el ritmo de peatones que cruzan, de manifestantes de dudosa ideología, de políticos y empleados públicos de baja categoría que almuerzan atiborrados en los restaurantes de la zona, de los pasajeros en las paradas de colectivos, entradas y salidas de las bocas de los subtes.
El palacio de la legislatura también tiene una torre con cuatro relojes que miran en distintas direcciones pero están detenidos a las 12.00, en un silencio indiferente a las marchas con tambores mezcladas con bocinazos y bombas de estruendo, disparos, cascos de caballos si interviene la policía montada, corridas, cantitos de protesta, agite de banderas, discursos acalorados y aplausos.
Dos relojes de pie a los costado de la plaza de Mayo, uno donde comienza la calle Defensa y del otro lado donde comienza Reconquista, dejan constancia del tiempo en las fotos de los turistas que posan junto a la pirámide de mayo o retratan esos extraños dibujos blancos en el piso, pañuelos de abuelas y madres, verdaderas dueñas de Plaza.
Cuatro de ellos se pueden ver desde la esquina de Hipolito Yrigoyen y Bolivar, un detalle que descubren los que creen que Buenos Aires hay que recorrerla mirando para arriba.